domingo, 26 de octubre de 2008

Secó la tinta de mi corazón, secó porque no encuentro mis pisadas, las sombras ya no forman mi silueta, se me escapó. Me giro rápida para cazarte pero desapareces con el aire, evaporada. Te escondes en mi espalda, sombra oscura. Desearía la soledad pero llevo la condena de tus ojos; eternamente vigilada por tu mirada inquisitiva, vehemente. Confusa de no poder orientarme en este árido desierto de arena, de corrientes de vientos que se mezclan entre mi pelo, que me arrastran una y otra vez a su antojo y en balde sigo como un buitre acechando a su presa, un viaje en círculos concéntricos, observando avizor, a sabiendas de que no atacará, su vuelo será infinito hasta que un día caiga rendido, muerto. Quisiera ser arena, un pequeño granito de arena que vuele lejos, pasajero del aire, y en la parada Oasis, me deje. Bebería de su agua, bebería hasta saciarme, dejarlo seco para volar de nuevo hasta el siguiente. Bebería para resucitar a mi corazón sediento, bebería sangre para volverlo rojo.