
Cuando no quedan días se desarma el sol. Se apaga la luz para los vivos, aquellos tan inertes, translúcidos. No quedan noches, amantes, para lo aparente, para aquel gélido abrazo. Se van desgastando icebergs, al tiempo, en un océano indiferente. Y cuando no quedan lunas pierdo las ganas. Viento azota mis pulmones para, si acaso, respirar. Y me hago nada. Nada como exhalar al aire, como llorar en agua, como cerrar los ojos.