domingo, 19 de abril de 2009

Con la fuerza que rompe una ola
la roca,
una explosión de cargas eléctricas
agrieta cielo y suelo,
hasta estremecerse en el trueno.
Profunda como la lluvia cuando cala
y el olor a humedad que se adentra.
Como el glaciar que quiebra la montaña
y el río que forma el valle
hasta el centro de la tierra.
Como el fuego sobre el agua.
Y el rayo, energía y fogonazo
en infinitésimo tiempo,
para volver a la oscuridad más recta,
más opaca.
El yunque agoniza por el fulgor de su obra
fundida en odio y sudor,
al filo más letal,
al metal más poderoso.
Transforma sonido en dolor,
de navaja en piel,
de daga en sangre,
de espada en corazón.

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